Varias veces al año los aztecas le celebraban a Ometochtli, una de las tantas deidades dentro de su mitología, lo curioso es que no lo hacían ni con ofrendas y tampoco con sacrificios humanos, sino permitiendo que tanto niños como adultos se embriagaran con un llamativo líquido blanco obtenido del maguey, bebida de los dioses para ellos, para nosotros: pulque.
Esta tradicional bebida que desde tiempos de los mexicas y hasta nuestros días se volvió una de las bebidas emblemáticas mexicanas, esto fue hasta que se vio desplazada en primer lugar por el tequila y después por el mezcal, ambos obtenidos también del maguey pero por un proceso de destilación y no de fermentación.
Una de las leyendas acerca de el origen del maguey de donde proviene el pulque es un poco escabrosa, ya que resulta que Mayahuel era una joven que vivía con su abuela, a la que el dios Quetzalcóatl conveció que bajara a la tierra para amarse, así se convirtieron cada uno en una rama de un árbol bifurcado.
La abuela montó en cólera, y junto con otras mujeres bajaron a tierra para buscar a la nieta, al acercarse el árbol se partió y Mayahuel quedó al descubierto. La abuela enfurecida hizo pedacitos la rama, y los dejó ahí para que fueran devorados.
En cambio, la rama de Quetzalcóatl quedó sin daño, cuando las mujeres se alejaron, el amoroso dios tomó los restos de su joven amada y los enterró. De ella brotó la planta del maguey, y así fue como Mayahuel se convirtió en diosa.
La palabra pulque no es de origen mexicano, ni tampoco español, proviene de la lengua araucana que se hablaba en Chile, con ese nombre se denominaba a las bebidas embriagantes que utilizaban los indígenas, al menos esa es la historia que cuenta Raúl Guerrero en su libro El Pulque, editado en 1985. Su nombre en náhuatl es Octli.